'Chester in love' celebra el milagro del día a día
Un día más que empieza. Un día más que termina. Lo normal. Lo de siempre. Nada de particular. Nada que celebrar. ¿O sí? Cada día, millones de personas se despiertan sin saber que ese será su último día en la Tierra. Un accidente, una catástrofe, el final de una larga enfermedad... El ser humano da por sentado que terminar el día es un derecho adquirido, sin darse cuenta de que cada hora, cada día, cada paso y cada cosa que pasa es un regalo. Y eso es un problema. Pensar que para sobrevivir no hay que hacer nada especial, que la supervivencia es solo azar. Para sacudir conciencias adormiladas, Risto y Chester sientan el domingo 19 de febrero, a partir de las 21.30 en Cuatro, a tres invitados con extraordinarias historias que harán replantear al espectador la manera en la que afronta el día a día.
María Belón, superviviente del tsunami de 2004 en Tailandia y protagonista de la historia que recreó la película de Telecinco Cinema Lo imposible se reencuentra con Chester y Risto. Vuelve para avisar de un peligro real, la posibilidad de un gran maremoto frente a las costas atlánticas de Cádiz y Huelva. Ella es el altavoz de La gran ola, un documental que verá la luz próximamente en España. "Después de un tsunami uno se empieza a informar, en qué zonas ocurren, qué pasa... Y a mí se me pusieron los pelos de punta cuando me enteré de que vivimos en un país donde las costas andaluzas, especialmente Cádiz y Huelva, han sufrido bastantes tsunamis. En España hay mucha gente preocupada porque esto se dé a conocer, que esto se sepa (...) Va a ocurrir, en tres años o en 80 (...) y lo bueno es que sepamos qué hacer si ocurre".
"Sé que en sobrevivir hay una parte importante, que es pelear. Pero siempre es el azar el que dice 'tú sí', 'tú no'. Lo que sí ayuda es que sepamos lo que tenemos que hacer, eso incrementa mucho la parte que uno controla", advierte Belón.
El más joven de la tragedia de los Andes, inmortalizada en la película Viven se sienta con Risto 45 años después de conseguir ser uno de los supervivientes de esta increíble historia. En 1972 Carlos Páez viajaba en el avión que transportaba al equipo uruguayo de rugby Old Christians a Santiago de Chile, un destino al que no llegaron. El aparato se estrelló en medio de la cordillera de los Andes a 4.200 metros de altura. Viajaban 44 personas. Sobrevivieron 28. Dos semanas después, una avalancha deja el grupo reducido a 16. 72 días más tarde, dos de los supervivientes, Nando Parrado y Roberto Canessa, atraviesan los Andes y consiguen pedir ayuda. "Imagínate ese chico malcriado, consentido, caprichoso, que no servía para nada, que tenía niñera. Ese era yo. Y me tocó protagonizar la historia más grande de supervivencia de toda la Humanidad", admite Páez, "Además, cuando nos estrellamos era primavera en Chile e íbamos con ropa ligera. Caímos en un lugar donde las temperaturas eran de ente 25 y 35 bajo cero, un lugar donde las nieves son eternas y nunca se derriten".
"Mi compañero de asiento en el vuelo murió un mes después del accidente, un pedazo del fuselaje le cortó la pierna durante el accidente y aquello lo mató. Le cortó a él y no a mí porque nos habíamos cambiado el asiento. Lo que es el destino, ¿no?", añade Páez.
La tragedia de los Andes, como fue conocida mundialmente, alcanzó cotas mediáticas extraordinarias por la terrible decisión que los supervivientes tuvieron que tomar para continuar con vida: alimentarse con la carne de sus compañeros muertos: "En 10 días comí dos cuadraditos de chocolate y una 26ª parte de una lata de berberechos".
"Y cuando no quedó nada en la despensa y se lo dije a Nando, éste me miró a los ojos y me dijo: 'Carlitos, yo me como al piloto' (...). El Papa de la época, Pablo VI, no solamente nos mandó un telegrama de bendición como hacen los papas, sino que nos mandó una carta de su puño y letra de felicitación diciendo que habíamos actuado como verdaderos cristianos porque Dios nos pone acá para vivir, no para morir".
Marta García es una joven periodista de 34 años que abrió todos los informativos nacionales al regresar a su puesto de trabajo como presentadora con la cabeza rapada tras superar un cáncer de mama. Sin miedo a esconderse, Marta García se sienta con Risto y Chester como ejemplo de muchas mujeres y hombres que plantan cara al cáncer. La presentadora y editora de los informativos del mediodía en 7TV Región de Murcia quiso mostrarse sin peluca en su puesto de trabajo para normalizar su situación, romper tabúes y vencer el miedo a mostrarse tal cual en televisión, donde la imagen se valora por encima de otras cosas. "Cuando el oncólogo me dijo 'te tenemos que dar quimioterapia', acto seguido mi pregunta fue '¿se me va a caer el pelo?'. En vez de decir si me va a doler, qué posibilidad de recaída, si hay algún órgano afectado o incluso voy a poder tener hijos en un futuro porque no tengo... Preguntas muchísimo más importantes... Y lo que dije fue que si se me iba a caer el pelo", admite García.
Tras someterse al tratamiento, García encontró luz al final del túnel, en forma de compañero sentimental. Curiosamente, la hija de su pareja fue la gran responsable de su destape público: "Yo al principio llevaba peluca. Me compré seis o siete. Que si corta, que si de un color, de si de otro... Y no me veía con ninguna. No me gustaba. Pero no quería que Clara, la niña, notase absolutamente nada. Pero estaba cansadísima de la peluca, no me sentía bien. Y se lo comenté a mi pareja. Él dijo: 'Bien, hablo con la niña y se lo contamos todo". ¿Cómo lo encajó? "Estupendamente, no le dio importancia ninguna, me vio sin pelo y dijo: 'Qué guapa estás'. Se lo podía haber contado desde el día uno, era un miedo absurdo".
Su regreso televisivo, sin peluca, le obligó a darse de bruces de nuevo con la otra realidad del cáncer. Como presentadora, García dio la noticia del fallecimiento de la actriz y cantante Bimba Bosé a causa de su misma enfermedad: "El caso de Bimba me afectó porque yo me he apoyado mucho en ella. Bimba me ha ayudado a mí sin ella saberlo. Cuando me enteré de lo mío, yo buscaba en YouTube todos sus vídeos, todas sus entrevistas... Me gustaba su actitud positiva, cómo lo llevaba, cómo se lo tomaba. Pensaba: 'Mira esta tía, no se esconde, tiene fuerza, está contenta, o por lo menos lo aparenta'. A mí me ayudaba verla".