Hay conceptos heredados de la religión que forman parte de nuestra cotidianeidad. Para el cristianismo el perdón supone la cancelación de un agravio, la absolución del pecador. Pero más allá de su concesión, plantea un dilema mucho más terrenal para la víctima: otorgar perdón para avanzar o mantener las heridas abiertas. Chester perdón aborda a través del testimonio de sus invitados -el 24 de febrero a las 21.30 en Cuatro- dos formas distintas de afrontarlo.
Con tan solo 12 años la vida de Irene Villa cambió para siempre. Víctima de una cadena de atentados que sembró el caos en Madrid en 1991, Irene resultó gravemente herida por una bomba lapa adosada al vehículo en el que viajaba con su madre al colegio, perdiendo las piernas y tres dedos de una mano. "Esa mañana había habido un atentado y mi hermana, con 15 años, estaba en casa atemorizada porque, como mi madre trabajaba en una comisaría, pensó que nos podría ocurrir otro atentado. Yo le dije antes de subir al coche: 'Mamá, ¿y si nos han puesto una bomba a nosotras?'. Y mi madre dijo: 'Hija, eso se lo ponen a gente importante. Tú y yo no somos nadie. Así que ¡venga!, súbete al coche que vamos a llegar tarde'. Y ya no me acuerdo de nada más". Su vida es un ejemplo de superación, pero especialmente de cómo gestionar el perdón. "Uno elige perdonar igual que elige ser feliz y eso acarrea ciertas cosas, como por ejemplo no mirar hacia atrás", cuenta a Risto Mejide.
Diana Quer desapareció en agosto de 2016. Un año y medio después, su cuerpo fue encontrado en un pozo. "Me llamaron a las cuatro y media de la madrugada. Es una llamada que ya estás preparado para recibirla. Y me dijeron con la voz entrecortada, en medio de un silencio sepulcral: 'Ya tenemos a Diana con nosotros".
Juan Carlos Quer, padre de la víctima, relatará en Chester. "El presupuesto para el perdón es que haya arrepentimiento. Y de momento en ese individuo, por calificarlo de algún modo, ese presupuesto no se ha cumplido". Su lucha ahora es que no se derogue la prisión permanente revisable. "Hay que establecer la certidumbre de que antes de que se les ponga en libertad o de que se aplique un tercer grado penitenciario, este tipo de individuos estén rehabilitados de modo efectivo. Si no, no deben de salir. Por sentido común".