La Casa Blanca prepara mudanza, pero antes de que Melania Trump ocupe el vestidor, Michelle Obama saca lo mejor de su armario en su último posado para Vogue desde la residencia del presidente de Estados Unidos.
Aunque el número de diciembre que protagonizará la esposa de Barack Obama no estará a la venta hasta finales de noviembre, ya han salido a la luz algunas declaraciones de la entrevista en la que la esposa del todavía comandante en jefe se abre en canal y comenta cómo un día se dio cuenta que de que las vistas a los jardines de South Lawn y al monumento de Washington no serían para siempre.
Es la tercera vez que la que hasta ahora ha sido primera dama de Estados Unidos protagoniza una portada -la primera fue en 2009, cuando su esposo aún no era presidente- y ha hablado sin tapujos de todo lo que ha ocurrido en todos estos años. "Podría haberme pasado ocho años sin hacer nada y, de algún modo, habría estado bien", dice.
"Podría haberme centrado en las flores. En la decoración. Podría haberme centrado en el entretenimiento. Porque cualquier primera dama, por derecho, tiene la opción de definir su papel. No hay una autoridad legislativa; no has sido elegida por los votantes. Y eso es un gran regalo de libertad", continuó antes de confesar que en su casa todos son muy cabezones, aunque ella es muy sensible y llora casi a diario.
Fotografiada por Annie Leibovitz, Michelle Obama aparece radiante, en una postura relajada, en la portada y con un vestido que podría ser el sueño de cualquier novia para dar el sí quiero. Se trata de un diseño con tejido fluido de Carolina Herrera, una de sus diseñadoras favoritas.