La publicación de unas fotografías del interior de una residencia del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, es el último episodio del giro editorial del diario El País,hasta ahora paradigma del periodismo serio, y azote del amarillismo, en España.
La contestación a esta deriva llega incluso desde el propio diario, donde la Defensora del Lector, Milagros Pérez Oliva, ha sido especialmente crítica con alguna de las últimas decisiones de la dirección, como la elección de la imagen de los culos de la princesa Letizia y Carla Bruni para informar de la visita de Estado de Nicolás Sarkozy, o la del cadáver desnudo de una mujer para tratar la violencia en México. O la paradoja que supone denunciar en un reportaje la trata de mujeres mientras publica a diario tres páginas de anuncios de prostitución.
El País intenta justificar en el editorial Berlusconi al desnudo que "las imágenes no desvelan la privacidad del primer ministro, sino su deriva autoritaria". En las citadas fotografías, tomadas desde el exterior de la sarda Villa Certosa por un paparazzo, se puede ver al mandatario italiano paseando por el jardín junto a una acompañante (ambos, vestidos de pies a cabeza); a una pareja junto a la piscina (él, el ex primer ministro checo Mirek Topolanek, completamente desnudo), y a dos chicas en topless.
El organismo italiano para la protección ha publicado de inmediato un comunicado en el que asegura que es "ilícito" tomar y utilizar imágenes de personas "dentro de una casa privada sin su consentimiento" y usando "técnicas particularmente invasivas", y que por tanto,con las citadas fotografías, que ya habían sido secuestradas por la Fiscalía de Roma. El País
"Lo que muchos lectores no toleran de EL PAÍS es que haga lo contrario de lo que predica en sus editoriales. Y lo que más valoran es su fiabilidad y su rigor ", decía el pasado 3 de mayo Milagros Pérez de Oliva en su artículo como Defensora del Lector del diario.
El aserto venía a cuenta de la publicación de un plano trasero de Letizia Ortiz y Carla Bruni subiendo las escaleras de La Zarzuela, "una imagen con mucho glamour y suave erotismo, de esas que suelen gustar a la prensa rosa. Pero esa foto no aparecía en una revista del corazón, sino en la portada del diario EL PAÍS", afirmaba la defensora, que reflejaba quejas como la de un lector que denunciaba que en los últimos años, "a modo de lluvia fina, la ligereza (y en ocasiones la frivolidad) se está apoderando de las formas y los contenidos del periódico" con la excusa, dice, de que "son los signos de los tiempos y de que es lo que demanda la sociedad actual".
A mediados de marzo, la polémica surgió por otra instantánea, la de una joven muerta, desnuda, tendida sobre una camillan en Ciudad Juárez. Pérez Oliva resumía la opinión de varios lectores en la queja de uno de ellos: "Portadas como éstas pueden gratificar el morbo de ciertos lectores y hacen un flaco servicio a la imagen que un periódico de su seriedad debe ofrecer".
La defensora argumentaba que "para poder realizarla, alguien ha tenido que abrir la puerta de la morgue a un fotógrafo, violar el derecho a la dignidad de esa mujer, abrir la bolsa en la que seguramente estaba y exponerlo a la visión pública. El resultado es una composición cruda y edulcorada a la vez, casi cinematográfica, el fruto de una elección", y apoyaba su respuesta en el Libro de estilo del diario, que estipula que "las fotografías con imágenes desagradables sólo se publicarán cuando añadan información".
"Una foto denuncia puede ser justificable. Una foto reclamo, no", concluía.
La última réplica contundente de la Defensora del lector llegó el pasado 24 de mayo, tras la publicación de una serie de reportajes en los que El País denunciaba las prácticas de las mafias de trata de mujeres, y que provocó un "chaparrón" de cartas de los lectores disconformes con la inserción de anuncios de contactos sexuales, que a diario llenan tres páginas de El País
El trabajo de investigación choca, a juicio de los lectores, con este tipo de publicidad.
"¿Acaso no saben que detrás de muchos de esos anuncios se encuentran las mismas mafias a las que aluden los reportajes? ¿Acaso no es contradictorio escribir sobre este drama invisible y lucrarse con él?", se preguntaba uno de ellos.
Javier Moreno, director de la cabecera, rehusó explicarse, y transmitió la labor a sus subdirectores, que se escudaron en que no hay una ley que prohíba la prostitución, como sí la hay que impide anunciar tabaco o alcohol.
"El que la prostitución no esté prohibida no significa que los medios no tengamos responsabilidad" apostillaba la defensora.
"Y la misma sensibilidad que lleva a muchas personas a dejar de comprar zapatillas deportivas fabricadas por manos infantiles o consumir perca del Nilo por la forma en que se pesca puede considerar intolerable que haya discrepancia entre lo que un diario proclama y lo que hace".