Tras ser condenado a ocho meses de prisión por la justicia francesa, Marco comparte celda con Pablo. El mecánico es consciente de que si Aurelio descubre que es un infiltrado, acabará con él y con su familia, por lo que acepta resignado la condena. Por otra parte, el subcomisario Vexina es despedido por su error, mientras en el hogar de los Merani la situación se complica. Después de salir de la cárcel, Marco afronta la dura realidad: el astillero está al borde de la quiebra, Flavia quiere separarse de él y los vecinos del pueblo creen que es un traficante de drogas. En Navidad, Aurelio lo visita y le entrega como regalo un costoso reloj. Merani rechaza el obsequio, pero el narcotraficante español le advierte de que no podrá deshacerse de él. Entretanto, la policía italiana lo presiona para que continúe la misión, pero él se niega. Mientras intenta reflotar el astillero, Marco se reencuentra con Alessia, un antiguo amor de juventud.