A su regreso de Ceuta, Onofre tiene la ocasión de sentir más profundamente las heridas que los crímenes han dejado en el pueblo, en su familia y también en la relación con Chelo, con quien cada vez es más difícil hablar. El joven encuentra a un inesperado compañero de investigación en el cabo Jiménez, un guardia civil retirado y desprestigiado por la desastrosa investigación de los crímenes del cortijo dos años atrás. De su mano, Onofre seguirá nuevas pistas, siempre en medio del recelo general. Paralelamente, En 1975, el marqués sigue jugando a todas las bandas, sorteando las sospechas de su familia política e ignorando la prudencia de sus socios. Un inesperado empeoramiento de la salud de su suegro, don Alejandro, complicará aún más las cosas para él.