@page { margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } @page { margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } @page { margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } No había visto hasta ahora a Jesús Calleja con la mirada levemente turbia por la emoción. Me llamó la atención el miércoles pasado cuando presentamos su nuevo desafío imposible a la prensa. Desde luego la emergencia vivida a 1,5 kilómetros bajo tierra ha dejado huella en él, hasta hacerle decir que va a cambiar su vida. Curtido en aventuras y riesgos de toda clase, Jesús se vio con su equipo y con el equipo de espeleólogos enterrado en la sima más profunda del mundo, mientras una tormenta de proporciones dejaba caer dentro de la cueva un tsunami de agua que les impedía escalar lo ya bajado.
Desde la pavorosa claustrofobia que me produce solo la imagen de la entrada de la cueva, extraña poco que Jesús cuente cómo ha sacudido su vida el peligro. Por cuantas bobadas y tonterías nos comemos la cabeza, decía en la rueda de prensa, “estoy vivo, respiro, tengo amigos que me quieren, familia, un trabajo, y si no lo tengo puedo buscarlo”. Jesús resaltaba “la gran suerte de vivir”, frente a esas horas en las que ni siquiera existía la aparición de un helicóptero salvador. “Voy a disfrutar de cosas más pequeñas, de detalles”…
Trabajar en televisión te acerca emociones que nunca te hubieras atrevido a vivir. Seguro moriría de un infarto en los primeros cinco metros del camino al fondo de la tierra. En mis pequeños detalles cotidianos por los que vale la pena vivir, subrayo de esta semana la mirada tan especial de Jesús, y haber podido tener entre mis manos los pequeños tubos en los que se trajeron a España tres bichos transparentes que garantizan la existencia de vida a esa profundidad de la tierra.
Esta noche en Cuatro, la experiencia completa.
@page { margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } Asterisco: Como mi agenda es ingobernable, en lugar de comentarios propongo Twitter para seguir los temas.