La mirada de Marta Reyero
Monet encontró la inspiración en su jardín de Haute-Normandie. Barceló, en el país Dogón, y Hopper, en la soledad de las escenas urbanas. A veces, el genio asalta de forma inesperada y urgente. Otras, reclama su propio espacio para acomodarse y fluir.
Estamos en Etiopía. Me fijo en un niño eritreo de enormes ojos y camiseta roja. Muestra con orgullo un hermoso retrato a lápiz. Lo agita como si fuera la bandera de su alma. Se oculta tras ella y la sostiene mientras planea escapar muy lejos, tan lejos como le permita la imaginación.
En los campamentos de Tigray, los niños eritreos ya no vagan solos. No buscan raíces secas en la tierra yerma. Son valientes armados con pinturas y papel para llenar de vida las horas moribundas. Cuando dibujan se sienten héroes inmortales. Son capaces de ahuyentar los fantasmas más espantosos, espectros de infames dictadores africanos y de traficantes y explotadores sexuales que aparecen en sueños.
La inspiración construye su propia dermis, una película con poderes aislantes que protege con delicadeza a los pequeños artistas. En este refugio fronterizo hay aprendices de Picasso en estado latente. El malagueño decía que la calidad de un pintor dependía de la cantidad de pasado que llevara consigo. Los refugiados de Tigray arrastran toneladas de miseria y violencia de la esquina del mundo con la suerte más adversa.
Si el talento es la capacidad de adaptarse al entorno, lo suyo es un derroche sin paliativos. Su infancia ha visto lo que mi mundo adulto nunca podrá adivinar. Pero el arte les ayudará a querer lo que de otra manera sin duda odiarían. Y a confiar en un futuro benevolente. Más allá de los centros de ACNUR. Más allá del mar.
Marta Reyero, periodista y presentadora de 'Noticias Cuatro'