«El deporte tiene el poder de cambiar el mundo; tiene el poder de inspirar; tiene el poder de unir a las personas de una manera que pocas cosas pueden lograr». Nelson Mandela.
Creo en este mensaje. Y en el caso del fútbol, creo mucho más, pues es evidente el interés que despierta, especialmente en los jóvenes. Esto puede ser aprovechado para inculcar valores preciosos que los ayuden a formarse adecuadamente y, en general, que nos ayuden a todos a crecer como personas. En el deporte (y, en mi caso, destaco el fútbol) se congregan grandes valores como el respeto a la dignidad propia y a la de los demás; el trabajo en equipo; el esfuerzo; la aceptación del error, de la victoria y de la derrota como partes del juego y de la vida; etc. En definitiva, el fútbol (y cualquier otro deporte), bien enfocado, si respeta de verdad los valores que dan sentido a la vida, es un medio fantástico de desarrollo personal, de diversión y de encuentro sincero con otros seres humanos.
No tengo ninguna duda de que esta visión del fútbol, esta visión del deporte, es la que queremos que reine. Por desgracia, no siempre es así (tenemos numerosos ejemplos en las categorías de base y en los partidos jugados por adultos, incluidos los profesionales), pero podemos proclamar nuestro desacuerdo con los ejemplos negativos y nuestro deseo de que cualquier deporte (incluido el fútbol) se caracterice por la altura moral. Y podemos realizarlo y llevarnos la enorme alegría de disfrutarlo día a día, con el consiguiente beneficio para la sociedad en general y los jóvenes en especial.
Para ayudar a que todos disfrutemos de un deporte sano, podemos, por ejemplo (y pienso en el fútbol, pero podemos hacerlo en otros deportes):
Yo, como padre, quiero que mi hijo disfrute de un deporte así, y sé que muchos padres también lo desean. También sé que es posible, que tenemos ganas de vivirlo, y que estaremos muy orgullosos cada vez que disfrutemos de un partido que sea ejemplo educativo y bandera de la deportividad. ¡Ánimo y adelante!