Nos adentramos en el corazón de Asturias para descubrir la Senda del Oso
Nuestra ruta parte de Tuñón, lugar en el que encontramos un centro de alquiler de bicis, desde el que también organizan rutas por la zona, y que cuenta con un área recreativa para recomponerse, o bien prepararse antes de iniciar el paseo. Es un buen punto de partida y de información para marcar el comienzo del itinerario.
Durante todo el trayecto, la frondosa vegetación decora las orillas de los ríos y laderas de las montañas rocosas, cubriendo los caminos con el frescor verde del bosque atlántico. A 3 Km de nuestra partida, justo antes de llegar a Villanueva, quedamos impresionados por las vistas, a la izquierda de la senda, del Desfiladero de las Xanas. Una vez en el pueblo, cruzaremos por el monumental puente medieval, y continuaremos nuestra ruta siguiendo el curso del río Trubia.
Un poco más adelante, una valla verde delimita un recinto del monte. Hemos llegado a la casa de Paca y Tola, las osas más famosas de Asturias desde que en 1989 fueran acogidas por el Fondo Asturiano para la Protección de Animales Salvajes, tras quedar huérfanas. Desde entonces, se han convertido en un símbolo de protección de la especie, y han ganado todavía más protagonismo desde la primavera de 2008, cuando hasta su recinto llegó Furaco, un oso procedente de Asturias que llegó dispuesto a conquistar a las dos hermanas
Desde entonces, los tres pasan juntos los veranos intentando aumentar la familia, y volver a poblar los bosques asturianos de ositos, garantizando la supervivencia de la especie. Paca y Tola se han convertido en el principal atractivo de la Senda del Oso. La mejor hora para poder conocerlas es a la de la comida, a las 12.30 y a las 17.30 horas.
Siguiente parada: la central hidroeléctrica de Proaza, un alto en el río para observar el lugar en el que sus aguas se transforman en energía. Desde aquí, la senda continúa sin pérdida, abriéndose paso por el interior de túneles que, excavados en la montaña, que nos sumergen en un universo de sensaciones, de luces y sombras, de ecos y vibraciones. Estos caminos horadados en las rocas se van sucediendo a lo largo de todo el trayecto. En este tramo es inevitable levantar la vista para apreciar la pared que abraza la senda y nos observa desde su alturas. Es el murallón de Peñas Juntas, que nos marca la dirección hasta Caranga.
Continuando por el valle del Trubia, las laderas de las montañas se acercan cada vez más, hasta casi tocarse, para constituir un impresionante desfiladero que dibuja el cauce por el que circula el río, hasta llegar al embalse de Valdemurio, meta de nuestra ruta.
Un recorrido de 16 Kilómetros siguiendo el camino por el que, hasta 1964, circulaba el tren minero que cruzaba los valles de Trubia, Teverga y Quirós. El río Trubia es, además, el que nos marcará la dirección a seguir, se convertirá en nuestro compañero de camino y en el cómplice de nuestras paradas, dándonos agua para refrescarnos, o invitándonos a tomar asiento en sus orillas para comer mientras escuchamos el sonido de sus aguas acariciando las rocas. En sus riveras, además, nos encontraremos con la flora y la fauna que llenan de vida la Senda del Oso.