Amparo Sánchez: "Hay que educar en igualdad, huir de patrones machistas que nos hagan creer que la mujer es inferior"
En 'La niña y el lobo' cuentas una parte muy dura de tu historia. ¿Qué motivos te impulsaron a escribir este libro y de dónde surgió la fuerza para compartir una experiencia tan personal?
El objetivo de escribir el libro, en un principio, fue limpiarme y revisar una etapa de mi vida. Pensé que había pasado tiempo suficiente como para mirar atrás y descubrir qué quedaba de todo aquello. También me movió la ilusión de que mi historia pudiera servir tanto a mujeres que estén en una situación similar, para que comprueben que es posible salir y emprender una nueva vida, luchar por sus sueños incluso con más fuerza, como a otras personas que puedan pensar que lo tienen lejos, pero a las que hay que concienciar de que estas situaciones están más cerca de lo que creemos. Es un tema que incomoda, pero creo que abriendo el debate es como, entre todos, conseguiremos encontrar la solución.
Con este libro intentas enseñar al lector a identificar la violencia de género, a conocer las señales que alertan de un problema al que se puede poner remedio, siempre haciendo una lectura positiva. ¿Qué consejo le darías a las mujeres que puedan estar en esta situación?
Es difícil dar consejos, pero yo me voy a atrever. Lo primero es admitir que hay un problema, que hay que buscar soluciones, pedir ayuda, denunciar. Si no te atreves a compartirlo con tu familia y seres queridos porque piensas que les va a hacer mucho daño, acude a la ayuda especializada. Hay un teléfono, el 016, que atiende las 24 horas del día durante todos los días del año, hay instituciones y profesionales que están muy bien preparados y te van a ayudar a dar los pasos en la dirección correcta. Mi consejo es que, si estás ahí, salgas, no esperes a ser una cifra más, porque la violencia, lamentablemente, es progresiva, y lo que empieza con un bofetón puede acabar convirtiéndote en un número más de la lista de víctimas de la violencia de género.
En tu caso, ¿en quién te apoyaste?
En mi época todavía no existía la ayuda de las instituciones. Hoy en día ya tenemos nuestra 'Ley contra la violencia de género', que facilita mucho el acceso a estas ayudas. Como cuento en uno de los episodios, decidí ir a la Policía, porque una mujer que había sido maltratada me dijo que esto se denunciaba, también me lo explicó el médico que me atendió en una de mis visitas a urgencias. Fue entonces cuando empecé a tomar conciencia, pero me costó bastante tiempo dar el paso. Y, cuando me decidí, en la policía me dijeron que sin un informe forense, mi denuncia no era válida. Finalmente no llegué a ratificar esa denuncia, y mis vías de escape para salir de esta situación fueron la música y mi hijo, el querer un futuro diferente para los dos.
¿Cómo te ha ayudado la música a canalizar todos esos sentimientos, a manifestar la alegría de salir de esa situación?
Salir es empezar una vida, siempre condicionada por una experiencia que, sin duda, te marca. Yo interpreto con la voz, y dicen que ahí está mi huella. A otras personas se les refleja si han reído mucho o si han llorado, en la expresión, en la mirada... Que todo eso se va quedando marcado. En mi caso, cuando canto, la melancolía y el dolor de todo lo que he vivido se impregnan en mi voz. Pero siempre, en todas mis canciones, está la fuerza. Hay un sitio muy grande para la alegría y el positivismo. Ésa es la parte que más me interesa transmitir.
Eres partidaria de que se hable abiertamente de este tema para que se pueda identificar a tiempo la violencia de género, ya no sólo entendida como una agresión física, si no empezando por otros matices como son el psicológico o el abuso del control, más difíciles de reconocer. ¿Cuáles son los primeros síntomas?
La violencia psicológica es la primera que surge en este tipo de relaciones de control. Los primeros síntomas que aparecen son los celos, el aislamiento, intentan controlar la vida de su pareja e imponen su superioridad. Tenemos que educar sobre una base de igualdad, huyendo de patrones machistas que piensan que la mujer está por debajo y por eso hay que enseñarle, corregirla, controlarla, y esto aparece muy pronto, pero bajo el influjo del enamoramiento es muy difícil identificar estos síntomas. También, muchas veces, estamos engañadas con la idea del amor: si te hace llorar no es amor, los celos no son amor, el insulto no es amor... Quizás también hay que renovar los patrones de lo que tienen que ser las relaciones de pareja.
En el libro, lanzas tu mensaje a las mujeres que puedan estar pasando por esto o se sientan identificadas con tu historia, pero también va dirigido a personas que piensan que son ajenas a este tipo de situaciones. ¿Cómo les recomendarías 'La niña y el lobo'?
Creo que es un tema que le interesa a todo el mundo, también a todas esas personas que lo ven muy lejano, porque todos tenemos hijas, sobrinas, primas, amigas... y estamos viendo que, según las estadísticas, hay un repunte muy importante en la violencia de género y la violencia psicológica entre los adolescentes.
Como sociedad, hay unos patrones machistas que están imperando en el mensaje que estamos intentando construir: el de respeto. Hay que respetar a la mujer, hay que dejar de verla como una ciudadana de segunda. Y ahí entramos en un campo en el que influyen muchos factores: el lenguaje, la educación, la cultura... Hay que trabajar en esa línea, en concienciar, porque aunque tú pienses que te pilla muy lejos, desgraciadamente está más cerca de lo que puedas imaginar. Me está sorprendiendo mucho que las hijas de muchas amigas de mi edad, que ahora tienen unos 16 ó 17 años, están devorando el libro y muchas ya lo han acabado porque les interesaba el tema. Están empezando a tener relaciones y quieren aprender a detectarlo para prevenirlo. La prevención es fundamental.