Tuvo lugar hace 10 años, y vino de la mano de Mabel Lozano, que por aquel entonces empezaba a rodar su primer documental 'Voces contra la trata'. Me contó lo que iba a hacer y me impactó mucho porque yo no era consciente de esa realidad, y decidí que debíamos contarlo desde los medios de comunicación. Empecé a interesarme por el tema, a documentarme, a incluirlo en muchas publicaciones, conferencias... y cuanto más consciente era de la realidad de la trata más quería concienciar a todos aquellos que me pudiesen escuchar sobre la gravedad de la situación.
Hace 4 años, Mabel Lozano me comentó que quería hacer otro documental sobre la trata, en este caso más centrado en el negocio. Yo decidí ayudarla con su idea de convertir 'Chicas nuevas 24 horas' que, además del documental audiovisual, incluyese una página web, una exposición y una novela. Cuando me dijo que quería que yo escribiese la novela me hizo muy feliz porque, por un lado, era la manera de volver a trabajar con ella sobre la trata, algo que me hace sentir muy orgullosa, y por otro me daba la posibilidad de ayudar a estas mujeres.
Básico, porque sin Mabel este libro no existiría. De ella nace el proyecto global 'Chicas nuevas 24 horas', cuyo documental, que se estrenará el próximo 3 de septiembre es el origen de 'Puta no soy'. Fue ella quien quiso involucrarme en la escritura de la novela y quien determinó que se desarrollaría en Perú.
El documental 'Chicas nuevas 24 horas' ha sido rodado en Argentina, Colombia, Paraguay, España y Perú. La trata de este último país se diferencia de la del resto en que no es internacional, sino nacional. Capta a mujeres y niñas del Altoandino Peruano, una zona con mucha pobreza, y las traslada a Madre de Dios, una selva que es reserva de la biosfera, cuyos parajes podrían ser idílicos, pero que cuenta con explotaciones mineras que están devastando la zona. Estas chicas (el 20% de ellas niñas) son prostituidas en los llamados 'prostibares', que son locales horribles donde toman cerveza con los mineros y son explotadas sexualmente. Los mineros prefieren a menores ya que piensan que así no les van a contagiar enfermedades sexuales y porque tienen la superstición de que cuando se acuestan con una de ellas consiguen más oro al día siguiente. Cuando una de estas niñas ya no les sirve la tiran directamente al río. Es espeluznante.
Acompañé al equipo de rodaje durante los 10 días que estuvieron en Perú y tuve la posibilidad de hacer el viaje que realizan las mujeres del Altoandino a Madre de Dios. Fuimos en furgoneta y mientras ellos rodaban yo me empapaba de la realidad peruana, del ambiente, la luz, los olores, los sabores... de todo un poco. Ha sido muy enriquecedor para la novela.
Sí, ya había empezado a escribirla. Llevaba meses documentándome por internet sobre la forma de vida en Perú, había realizado viajes virtuales por la carretera interoceánica, veía la televisión del país para captar el acento, las caras... Cuando llegué a Perú ya tenía varios capítulos escritos y, sobre todo, tenía la estructura de la novela, pero el viaje fue determinante para el resultado final.
Hubo algo que marcó un antes y un después para mí y para el equipo: el momento en el que conocimos a Yandí, una de las protagonistas del documental en cuya historia está basada 'Puta no soy'. Yo esperaba una 'Lolita' de 15 años a la que habían tenido en un prostibar y me encontré con una niña, pequeñita, gordita, con camisa de cuadros que lo único que quería era seguir subiéndose a los árboles, corriendo y jugando al fútbol. Tenía voz de pajarito herido. Su historia nos conmocionó a todos. Cuando conoces a una víctima eres consciente de esta gran injusticia. Se me eriza la piel cada vez que lo recuerdo.
Estas mujeres lo deben todo. Sus tratantes se quedan con todo el dinero que ganan con ellas bajo el pretexto de que tienen que devolverles el importe del viaje hasta Madre de dios, de la ropa, la comida, las multas que les ponen casi por moverse... De este modo se aseguran de que ellas nunca puedan saldar su deuda y no puedan escapar. Esta es la verdadera esclavitud y la sufren las víctimas de todo el mundo.
A veces, es la propia familia la que las vende y permite que niñas de 13 ó 15 años se vayan a 1.000 Km de su casa a trabajar. Suelen hacerlo porque necesitan dinero o porque piensan que estas chicas van a vivir mejor fuera de su casa y, de paso, se quitan una boca que alimentar. En ocasiones son ellas mismas las que ven los anuncios en las agencias de empleo y llaman para trabajar como meseras, cocineras, por un buen sueldo, y terminan siendo obligadas a ejercer la prostitución.
Porque realmente no son putas, sino mujeres obligadas a ejercer la prostitución. Es un título impactante, pero que refleja muy bien esta realidad en la que el 80% de estas mujeres se prostituyen contra su voluntad.
Los programas de atención a las víctimas de AMPRAMPy el Proyecto Esperanza de las Madres Adoratrices son los más importantes, pero existen más. Realizan una labor de concienciación sanitaria con estas mujeres que les permite contactar con ellas. A veces, a raíz de este contacto, las propias víctimas acaban contándoles lo que ocurre y llegan incluso a denunciar, pero en la mayoría de los casos es la Policía la que investiga a los locales sospechosos y tras la liberación pueden ir a los pisos de acogida en los que estas asociaciones llevan a cabo una labor de reinserción laboral, pero también social, porque son mujeres que han vivido sin identidad, ni burocrática ni de personalidad. Hacen una labor magnífica pero, como ocurre con la mayoría de ONG, se están quedando sin recursos del Estado y tienen que recurrir a financiación privada, por eso he decidido ayudarles y ceder los derechos. Espero que el libro se venda mucho, que la gente lo lea, se enganche a la historia, se conciencie, difunda el mensaje y que llegue dinero a APRAMP.
España es el primer país de Europa en consumo de prostitución y el tercero del mundo. El 39% de los españoles declaran consumir o haber consumido prostitución. Además, el consumo es cada vez más joven, algo que no deja de sorprenderme porque en nuestra sociedad el sexo ya no se considera un tabú.
Pasamos a diario por lugares en los que nos cruzamos con mujeres que, podemos intuir, son esclavas sexuales. En Madrid está la Colonia Marconi, un polígono industrial que está a pocos kilómetros del centro y en el que en pleno mes de enero, con temperaturas muy bajas, hay mujeres casi desnudas. Yo no me creo que estén ahí porque ellas quieran. Es un mercado de sexo, de carne humana, al que miramos sin ver la realidad. La explotación sexual es una de las mayores formas de violencia contra las mujeres. No entiendo cómo podemos vivir rodeados de tanta esclavitud en pleno siglo XXI y consentirlo. Es un delito contra los derechos humanos que hay que denunciar. Me indigna que no haya un desprecio masivo contra esto.
Visibilizar la situación y denunciar. La visibilización es fundamental. La campaña 'Con la trata no hay trato que ha lanzado la Policía Nacional junto a 12 Meses está llegando a mucha gente y dando grandes resultados. Desde su inicio, las llamadas al teléfono de denuncias de casos de trata, el 900105090, han aumentado un 1.000%. Faltaba que la televisión hablase sobre el tema con la profundidad y claridad que requiere, no solamente como unas detenciones en la sección de sucesos, sino desde todos los enfoques: el punto de vista del putero, de la víctima, de las organizaciones, las mafias, las redes, desde el punto de vista sanitario...Faltaba una campaña como ésta, con caras conocidas diciendo "No a la trata", difundiendo el teléfono de la policía, explicando qué es lo que la ciudadanía puede hacer para frenar esta lacra. Porque en esto todos tenemos nuestro punto de responsabilidad.