Martha Nyandit: la valentía de avanzar para sobrevivir mediante la organización y la ayuda mutua junto a otras mujeres

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Martha Nyandit tiene hambre. Sentada bajo la sombra de un árbol espera junto a sus seis hijos a que las demás mujeres del campo de refugiados acaben de cocinar y le presten un cazo para poner el agua a hervir. Como cada día, debe preparar comida para siete. Hace lo imposible para que los pequeños coman dos veces al día, pero a veces no le llega y debe renunciar a una de las comidas.

Cuando en enero de 2014 llegó a Mingkaman, el mayor campo de desplazados de Sudán del Sur, no tenía nada más que la ropa que llevaba puesta el día que huyó de su casa. Escapó de su ciudad, de Bor, del conflicto que un mes antes estalló entre los dinkas y los nuers, las dos etnias que luchan por el poder en el país.

Su huida fue una travesía desoladora de casi 20 días por el Nilo. Los soldados los perseguían, querían matarlos. Martha y sus hijos tenían que esconderse, rápido, y el río les salvó la vida. Pasaron un día entero con el agua hasta el cuello, Martha cargaba a uno de sus hijos en la espalda, tenía al bebé colgado alrededor de su cuello y otro de los niños flotaba en su brazo. Aún así, no pudo evitar que una bala rozara el tobillo de su hijo de 11 años. Pero tras casi tres semanas desesperantes, todos estaban vivos. Martha había conseguido esquivar la muerte y llevar a los suyos al refugio de Mingkaman.

Por desgracia, pronto supo que su marido, soldado, había muerto en la guerra. Y del resto de su familia nunca ha sabido nada más.

Martha es una superviviente de la guerra que se ha quedado sola con sus hijos cuyas vidas trata de sacar adelante sin apenas recursos. Duerme bajo un árbol sin ni siquiera un plástico con el que cubrirse porque cuando llegó al campo ya se habían repartido todas las tiendas. Antes, Martha tenía su casa, poseía cabras y vacas con las que podía mantenerse. Ahora depende de la ayuda humanitaria.

Por suerte, las mujeres, que son mayoría en este lugar, se ayudan entre sí para poder sobrevivir. Comparten comida y se organizan para ir a buscar leña para cocinar. Mingkaman es para Martha y para todas ellas, una zona segura. Los disparos y tiroteos quedan lejos, y aunque las condiciones de vida son difíciles, tienen que seguir adelante.