María Teresa Moreno avanza por los derechos de las empleadas domésticas
María Teresa Moreno vino a España creyendo que era una tierra de oportunidades. En su país, Ecuador, dejó a su hijo de catorce años y a su hija de quince con la esperanza de mandar dinero para que estudiaran. Su plan era sencillo: trabajaría duro y regresaría en dos o tres años con ahorros suficientes para vivir desahogada. Sin embargo, la realidad que encontró aquí fue muy diferente. Para las mujeres que llegan sin papeles lo más fácil es encontrar trabajo en el servicio doméstico, limpiar casas, cuidar de ancianos y de bebés…, un sector en el que las condiciones laborales abusivas son frecuentes. La intimidad del hogar hace que los empleadores estén protegidos y la necesidad de las empleadas para obtener la tarjeta de residencia favorece que acepten jornadas de 15 horas, sueldos mínimos o no tener ningún día libre.
Después de años de trabajo duro en la precariedad, María Teresa consiguió, por fin, la ansiada tarjeta de residencia y con ello el valor de exigir un contrato, seguridad social, baja por accidente y las tan necesitadas vacaciones. También desapareció el miedo a que la deportaran. Parecía que todo iba a mejorar, pero la crisis empeoró las condiciones del trabajo doméstico, las mujeres trabajaban más y cobraban aún menos, si cabe, que en años anteriores. Ante este panorama, María Teresa se sentía sola, lejos de su familia y sin nadie con quien compartir sus inquietudes.
Hasta que conoció el Centro Pueblos Unidos, que ofrece atención a inmigrantes y personas en riesgo de exclusión social.
Desde entonces, los sábados son sagrados. Llueva o nieve,acude al centro con sus compañeras y realiza cursos de formación de geriatría, informática... Ahora se siente arropada. Conoce las penas y alegrías de cada una de sus compañeras, y junto a ellas ha aprendido a defender sus derechos y a quererse como mujer. No son máquinas de trabajo y también tienen derecho a descansar. María Teresa ha hecho de ello su mensaje principal: “Hay que reclamar y estar unidas porque si no, no nos oyen”. Desde su experiencia ayuda a las recién llegadas para que no sufran las mismas dificultades que ella encontró. Mientras tanto, sigue reuniendo dinero para comprarse el boleto que le permitirá regresar a Ecuador, quizá sin todo el oro que soñó, pero con la ilusión de reencontrarse de nuevo con su familia.